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Artikuluak

Comunicado, 15 de Agosto

By 25 abuztua, 2014No Comments

La libertad es lo propio, lo natural de cualquier situación. Cuando a un pueblo se le arrebata e impide su independencia o soberanía, se le ataca precisamente a ese estado natural e intrínseco, para crear una relación de dominante y dominado, relación que podríamos calificar de antinatural y totalmente antidemocrática. Ese sometimiento sólo se puede alcanzar mediante la imposición; nadie acepta por su propia voluntad el hecho de estar sometido. Estas son las condiciones de ocupación que sufre y bajo las que resiste nuestro pueblo.

Revertir esta situación y volver a ese estado natural original se convierte en el principal objetivo. Esto es una constante que se da siempre y en cualquier lugar. A veces el pueblo sometido tiene éxito y consigue el objetivo perseguido, pero no siempre es así. De momento hemos cosechado más derrotas que victorias, sobre todo en los últimos cinco siglos. En el campo de la política, cuando se actúa sin estrategia, la derrota es cosa segura, ya que sin una estrategia propia se sigue necesariamente la del enemigo. Además de la falta de estrategia que nos condena a la derrota, comienzan a oírse voces que cuestionan el objetivo mismo, la independencia.

Si un pueblo está inmerso en la pelea por recobrar su independencia, es porque existe un poder que ataca al derecho natural e intrínseco que es el derecho de autodeterminación de ese pueblo. En esos casos, no es posible hablar de democracia. El imperialismo y la democracia son totalmente incompatibles. Si en algún lugar hay democracia, es ahí donde no existe un problema nacional. Y, viceversa, allá donde hay un conflicto nacional no hay democracia. Esta es una ecuación que siempre se cumple. Aquí, sin embargo, hay quien se rebela contra esta evidencia lógica. Según estos, la subordinación de este pueblo se resolverá por vías que denominan democráticas, siempre bajo el control ideológico y estratégico de Francia y España. La clave está, para ellos, en preguntar a la sociedad —hace tiempo que empezaron a sustituir la palabra pueblo por sociedad— y en respetar su decisión. Cuestión de elección, sin más.

Esto NO ES ASÍ, la subordinación no es una opción democrática, y la independencia no es una opción entre otras muchas. La independencia es la ÚNICA opción de los pueblos, una opción imprescindible. El resto no son opciones, sino imposiciones disfrazadas de opciones; simplemente, infraestrategia. Para ejercer el derecho a decidir, previamente se ha de ser libre, pues difícilmente se puede decidir nada si no se es libre. ¡LA LIBERTAD NO SE VOTA! La libertad NO SE PIDE, ya que nadie la puede conceder, sino que se gana. Un pueblo, en la medida que es pueblo, está en una pelea continua por mantener su libertad o, en el caso de haberle sido arrebatada por la fuerza, en una pelea continua por recobrarla. El pueblo que siempre obedece renuncia a ser pueblo.

Tampoco el respeto y el reconocimiento son algo que haya que solicitar. Hoy en día, para ser respetado en el mundo, hay que tener un estado. Nadie tiene en consideración a los pueblos que no tienen estado, ni a las instituciones que no tienen una estructura estatal. En el mundo, nadie respeta a una Comunidad Autónoma o a una diputación foral organizadas de arriba abajo o a unos partidos políticos cuyo objetivo es la obtención de la mayor cantidad de migajas posibles en aquellas. No son más que para nuestro perjuicio: nos alejan de nuestro verdadero objetivo, y legitiman la situación de subordinación. Necesitamos nuestras propias instituciones, instituciones que estén fuera del control de nuestros enemigos, y, puestos a crear esas instituciones, debemos ir dando forma a aquella que tenga el máximo reconocimiento: un estado, el estado histórico de Navarra, cima de nuestro proceso de institucionalización del poder político y el único que los vascos hemos tenido, mantenemos y reconocemos.

Los elementos que forman un estado son un territorio, un pueblo y un gobierno.

Nuestro territorio está totalmente ocupado. No hay excepciones: controlan el 100% de Iparralde y Hegoalde.

Respecto al pueblo, otro tanto: no hay ciudadanos libres en la nación ocupada.

En esta terrible situación, el tercer elemento de un estado —un gobierno— resulta más necesario que nunca.

Un gobierno es lo que necesita hoy y aquí este pueblo, un liderazgo nacional que alimente una estrategia que nos lleve a la independencia.

Un gobierno nacional zanjaría todas las discusiones sobre territorialidad y nacionalidad. Los reconocimientos por parte del exterior vendrán cuando ese gobierno del pueblo tenga un control efectivo del territorio, y no al revés, pues el reconocimiento constituyente es un absurdo. La lógica dice que lo primero que debe darse es la estructuración del poder y que sólo entonces es posible el reconocimiento exterior. No hay que olvidar nunca que lo único que respeta un poder es otro poder.

Orreaga, leal a su compromiso con la libertad, quiere recordar su disposición a apoyar la creación de una institución que represente, aúne y dirija estratégicamente todos los esfuerzos hechos por este pueblo durante siglos en favor de la independencia y mostrar el deseo de trabajar conjuntamente y al mismo nivel con quienes estén por la consecución de dicho objetivo.