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Elkarrizketak

Breve entrevista a uno de los nuestros

By 21 maiatza, 2019No Comments

 ¿Cuál crees que debería ser el primer paso para poner en marcha una estrategia de liberación nacional?

Como no puede ser más evidente, la estrategia de un Movimiento de liberación nacional debe estar fundada para empezar en la afirmación de que existe una Nación sojuzgada. Un movimiento de liberación que no parte de la existencia de una Nación sojuzgada: distinta y separada de la Nación dominante que la oprime y mantiene dominada, y cuya liberación se reivindica, está fundado en el absurdo. La ocultación o el enmascaramiento de estos hechos sociológico-político básicos es lo propio de las posiciones imperialistas; pero no puede haber liberación ni Movimiento de liberación partiendo de las posiciones imperialistas y de su ocultación de la realidad. La afirmación de la opresión imperialista sobre la propia Nación, y de que el régimen impuesto sobre ella es un régimen violento de ocupación militar, es un punto de partida forzoso: estos hechos deben ser afirmados, en palabras y en hechos, sin titubeo ni debilidad. Los demás podrán a continuación reconocerlos o no; pero, si de entrada uno mismo no parte de la rotunda afirmación de su propia Nación dominada, y de la denuncia del imperialismo que la oprime, la cuestión no existirá para nadie: es lo que podríamos llamar ser derrotado o eliminado por simple incomparecencia, puesto que los hechos ni siquiera son planteados por quien es el interesado en plantearlos.

¿Podrías darnos algún ejemplo práctico de cómo se debería plasmar esa afirmación de existencia de una Nación sojuzgada?

Para empezar, debe ser rechazada toda actuación con la que se esté admitiendo implícitamente, por vía de consecuencia, que la Nación no existe, como ocurre, por ejemplo, si se reconocen las instituciones y sobre todo el “parlamento” nacional de la Nación dominante como si fueran los propios de la Nación dominada. Esta actuación “en negativo”, referida a lo que es preciso rechazar y boicotear, normalmente no habría necesidad de tener que explicarla en una situación de saludable equilibrio intelectual y político en una Nación dominada, puesto que debería ser evidente para todo el mundo que no se puede participar en las instituciones de la Nación dominante como si fueran las legítimas y propias de la Nación dominada. (Por ejemplo, nadie participaría en una votación establecida por quienes le han robado la casa, que parte de afirmar que el robo fue y es legítimo; y menos aún lo haría si los ladrones están en mayoría, han lavado el cerebro durante siglos a los descendientes de los robados, y, en cualquier caso, siguen instalados en ella mediante el monopolio de la violencia y las armas).

Normalmente no habría necesidad de explicarlo, pero has decidido hacerlo…

Sí, creo que desgraciadamente es necesario explicarlo, insistir en esa exposición “en negativo”, porque bajo el imperialismo no siempre es posible una situación de lucidez mental y política, ya que tal régimen normalmente distorsiona la realidad mediante sus monopolios mediáticos (anexos al monopolio de la violencia) y confunde a determinados miembros de la Nación dominada; por no hablar de la presencia entre el Pueblo dominado de agentes a su servicio.

Ahora que sabemos qué es lo que no hay que hacer, y lo importante que es dejar de hacerlo, háblanos de lo que tenemos que hacer.

Lo que tú denominas “no hacer”, creo que es mejor identificarlo como “rechazar y boicotear”, pero al margen de esta necesidad de combatir la corrupción intelectual y política inducida por el imperialismo, es preciso captar bien la idea de que lo importante es la formulación “EN POSITIVO”, la cual consiste en la afirmación de la propia Nación dominada y distinta de la dominante, así como también en la afirmación de dos principios que son complementarios, a saber: el derecho de autodeterminación o independencia de todo Pueblo dominado, y la continuidad de su Estado propio.

Vayamos por partes, explícanos en qué consiste el derecho de autodeterminación de todos los pueblos.

Tenemos en primer lugar el dato de la existencia de un Pueblo. Un conjunto humano que se constituye como Pueblo es el hecho sociológico básico que da origen a una sociedad: “El hecho por el que un Pueblo es un Pueblo es el verdadero fundamento de la sociedad.” En nuestro caso, la afirmación básica y fundamental de la existencia del Pueblo Vasco implica, como corolario o consecuencia, establecer nuestra diferenciación con los demás pueblos: algo que es mantenido de forma equivalente por todos los Pueblos del mundo. Los vascos no somos Españoles ni Franceses; los Españoles y los Franceses no son Vascos.

Pueblo y Nación son conceptos básicamente idénticos: son la misma cosa. La Carta de San Francisco (llamada así por la ciudad norteamericana donde se firmó) que es el Tratado Internacional por el que se fundó la Organización de las Naciones Unidas en 1945 al término de la Segunda Guerra Mundial, comienza en su Preámbulo con las palabras: “Nosotros, los Pueblos de las Naciones Unidas, resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra (…) hemos decidido unir nuestros esfuerzos para realizar estos designios”. En y en el Artículo primero de la Carta de las Naciones Unidas, y en innumerables resoluciones de su Asamblea General se reconoce el derecho de autodeterminación de todos los Pueblos o Naciones.

¿Y en qué consiste exactamente ese derecho? Porque aquí muchos lo han relacionado con un referéndum…

El originario, imprescriptible e inalienable derecho internacional de libre disposición o autodeterminación de todos los Pueblos no es ni más ni menos que su derecho de independencia, es decir, el derecho a regirse libremente por sí mismos sin interferencias foráneas, se opone per se a toda ocupación o dominación extranjeras. La autodeterminación es el correlativo contrario del imperialismo: consiste en la independencia incondicional e inmediata de todo imperialismo, no en hacer “elecciones o referéndums” bajo las condiciones del imperialismo, lo cual es su completa falsificación.

El órgano fundamental de la Organización de las Naciones Unidas, su Asamblea General, ha reconocido – no constituido – constantemente el principio fundamental de que la independencia, libre disposición o autodeterminación de todos los Pueblos es el primero de los derechos humanos fundamentales y la condición previa de todos ellos:

 

“Por cuanto el derecho de los pueblos y las naciones a la autodeterminación es condición indispensable (a prerequisite) para el pleno disfrute de todos los derechos humanos fundamentales, (…) La Asamblea General recomienda que: 1. Los Estados Miembros de las Naciones Unidas deberán mantener el principio de autodeterminación de todos los pueblos y naciones;” etc. (Resolución 637 (1952))

 

Por tanto, la calificación de Pueblo/Nación es fundamental para un grupo humano, puesto que son ellos quienes tienen el derecho de independencia o autodeterminación “de todos los Pueblos”. Y entonces volvemos a lo que se ha dicho al principio: un Pueblo dominado debe, a pesar de su dominación, mantener su propia afirmación como tal Pueblo y titular de su derecho de autodeterminación, puesto que, si él mismo no mantiene esa afirmación, nadie lo hará por él. Evidentemente, esta calificación o reconocimiento de Pueblo no es algo que pueda encontrarse en una lista o catálogo, sino que depende absolutamente de la propia voluntad del Pueblo dominado por perdurar y colocarse como uno más entre los demás Pueblos del mundo; y ello a pesar de su eventual dominación y negación por el imperialismo.

El punto de partida de todo imperialismo consiste en negar que el Pueblo que él domina sea un Pueblo, o al menos un Pueblo en su sentido fuerte, es decir, un Pueblo con derecho de autodeterminación. Como es “lógico y natural” (estamos hablando de la lógica del criminal y el ladrón, claro), el imperialismo franco-hispano niega que el Pueblo Vasco que España y Francia dominan sea un Pueblo propiamente dicho, distinto y separado de los pueblos “español y francés”. Así pues, estamos una vez más ante un problema que requiere el mantenimiento inconmovible de una resolución y una conciencia nacionales, las cuales un Pueblo dominado debe permanentemente reforzar frente a los intentos de asimilación que le llegan del imperialismo. (“Tú al norte y yo al sur”: de qué “norte” y de qué “sur” se está hablando?) Mientras un Pueblo no es libre, es como si estuviera permanentemente obligado a tener que luchar contra una especie de “ley de la gravedad” que le impone el imperialismo: si se abandona y cede a la asimilación, está perdido. Nuestra afirmación del derecho de independencia o autodeterminación del Pueblo Vasco debe ser constante.

Háblanos ahora sobre la afirmación de la continuidad del Estado, por favor.

Ante todo, es necesario retener la idea básica anteriormente formulada, a saber: que los sujetos agentes fundamentales en la sociología, la política y el derecho son los Pueblos. Los Pueblos preceden políticamente y constituyen jurídicamente los Estados y los Gobiernos, no al revés. Los Pueblos son lo primero; los Estados vienen después. Dicho esto, es preciso también no ignorar la importancia fundamental que, una vez libremente constituidos, tienen los Estados.

Un Estado es la persona jurídica de máximo rango en el derecho internacional. Al igual que ocurre con el reconocimiento del derecho de autodeterminación de todos los Pueblos, innumerables Resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas establecen también la integridad e inviolabilidad de los Estados. Bien entendido (y esto es algo fundamental que el imperialismo sistemáticamente oculta) se refieren a los Estados libremente constituidos sobre el principio de derechos iguales y autodeterminación de todos los Pueblos:

“Ninguna de las disposiciones de los párrafos precedentes se entenderá en el sentido de que autoriza o fomenta acción alguna encaminada a desmembrar o perjudicar, total o parcialmente, la integridad territorial o la unidad política de Estados soberanos e independientes que se conducen ellos mismos en conformidad con el principio de igualdad de derechos y de la libre disposición de los pueblos antes descrito” etc.  (Resolución 2625 (1970))

Un Estado imperialista es un Estado criminal que se conduce no en conformidad sino en violación de los derechos humanos fundamentales, y ante todo del derecho de autodeterminación de los Pueblos, por lo que no puede legalmente invocar apoyo a su pretendida integridad para impedir la independencia de los Estados o incluso de los Territorios ilícitamente anexados. Por si lo anterior no bastara, esos Territorios o Estados ilícitamente anexados ni siquiera forman parte del Estado ocupante:

“El territorio de una colonia u otro Territorio No-Auto-Gobernado tiene, bajo la Carta, un estatuto jurídico separado y distinto del territorio del Estado que lo administra; y ese estatuto jurídico separado y distinto conforme a la Carta existirá hasta que el pueblo de la colonia o el Territorio No-Auto-Gobernado hayan ejercido su derecho de autodeterminación de conformidad con la Carta y, en particular, con sus propósitos y principios.” (Resolución 2625 (1970))

 

Toda “integración” de un territorio o Estado en otro, realizada mediante anexión violenta, es no solo criminal, totalitaria e ilícita, sino también nula de pleno derecho, y por tanto, tanto la reivindicación de su no-integración en el Estado ocupante como el mantenimiento de la propia personalidad jurídica es un dato fundamental: tanto si se ha tenido Estado propio como si no se ha tenido nunca. Si, además, hay un Estado propio que fue ilícitamente anexado, la reivindicación de su continuidad constituye una piedra angular en la estrategia de liberación y es complementaria de la reivindicación del derecho de autodeterminación, por ser un elemento ideológico y jurídico de primera magnitud de acuerdo con el derecho internacional.

Incuestionablemente, los Estados no desaparecen por el hecho de que hayan sido violentamente anexados por un Estado imperialista, y esa es una realidad que no prescribe; del mismo modo que no prescriben los crímenes contra los derechos humanos fundamentales que se han violado para realizar esa anexión: crímenes contra la paz (iniciar guerras de invasión contra otra Nación y su Estado), crímenes contra las leyes de la guerra (torturar y fusilar a prisioneros de guerra que se han opuesto al imperialismo con las armas en la mano en ejercicio de su derecho de legítima defensa, etc.), y crímenes contra la humanidad (matanzas y bombardeos en ciudades y aldeas, etc.).

Tras haber quedado rebasado el Ducado de Vasconia, primer Estado conocido constituido por el Pueblo Vasco, la confederación de repúblicas, condados y señoríos vascónicos históricamente constituida a continuación en torno al Reino de Pamplona: el Reino de los Vascones, al que posteriormente sucedió el Reino de Nabarra, es actualmente nuestro Estado, al que los Vascos nunca hemos renunciado ni hemos reconocido ningún otro. Reivindicar su continuidad y vigencia, a despecho de su ilegal abolición por el imperialismo mediante criminal ocupación militar, es un elemento fundamental en nuestra estrategia de liberación nacional.

A modo de resumen, creo que nos has dado tres claves para para la implementación de una estrategia emancipadora. ¿Es así?

Así es, tenemos tres factores fundamentales sobre los que fundar nuestra estrategia de liberación nacional, a saber:

1/ Afirmación del Pueblo Vasco, distinto de los demás Pueblos y con los mismos derechos que tienen todos los Pueblos del mundo.

2/ Afirmación de su originario, imprescriptible e inalienable derecho a la independencia, libre disposición o autodeterminación de todos los Pueblos, cuyo ejercicio tiene como condición previa la exigencia de retirada incondicional e inmediata de todas las fuerzas de ocupación de las Potencias que ocupan sus Territorios Históricos y su Estado; y

3/ Afirmación de la vigencia y continuidad de nuestro propio Estado: el Reino de Nabarra.